TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

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Cabelo

Agosto de 1938. La figura autómata del santo dañada y abandonada. Depauperación estatuaria. Estatua articulada de San Pedro. Parroquia del Carmen. Murcia. Fotografía Belda. Depositada en Consejería de Cultura. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Museo de Bellas Artes de Murcia.

 

Agosto de 2005. El cuerpo así, abandonado entre basura y desechos orgánicos. Erictonio peripatético. Cabelo en medio de la performance. Entre Contextos. Centro de Arte Santa Mónica. Fotografía de la acción. Violência e Paixão, Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro. Brasil.

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El cura había perdido ya los zapatos o las alpargatas, lo que se llevara, y los calcetines estaban a punto de salírsele. Le oscilaba la cabeza como una campana mal calculada y el cuello, de amplias y rugosas mollas, se le estiraba de un modo inverosímil hasta parecer que se iba a separar del cuerpo. Llevaba un tiro en un ojo y por el oído iba soltando una agüilla sanguinolenta. Los huertanos que marchaban al frente de la comitiva tocaban, de cuando en cuando, sus blancas y rosadas caracolas. Nos paramos frente a la iglesia (del Carmen). Hacía fatigosos esfuerzos porque no me castañeasen los dientes. Desde un balconcillo dejaron caer una soga y el cuerpo del cura quedó balanceándose en el aire como un muñeco. Poco a poco le fueron quitando la ropa hasta dejarlo desnudo. Las grasas de la barriga le caían sobre los muslos. Tenía muy poco vello y el que tenía era blancuzco, como el bigote de los gatos. Con presteza y mucha mímica se fue mostrando las prendas interiores del cura tirándolas poco a poco sobre nuestras cabezas. (Toda la escena la vi acurrucado junto a una vejada imagen e San Pedro que, desnuda, había sido abandonado a la puerta de la iglesia).

 

Cabelo dibuja su posición en el panorama actual a partir de una inmersión en la cultura popular que es consanguínea con la interacción consciente con el universo erudito del arte contemporáneo. Sin embargo, no lo hace con una visión mítica excesiva de la desjerarquización de los modelos de agitación de la alta cultura vs. la baja cultura, sino porque es en el flujo de una vivencia poética de lo cotidiano donde encontramos la razón principal para prácticas que se desdoblan camaleónicamente en el diseño, la performance, la escritura, la música, la instalación y, en un registro que nunca está de más destacar, en la creación de un espacio de jovialidad transversal que recoge la efeméride del encuentro, de la poesía de la calle, de la utopía urbana como forma de resistencia vital en el complejo juego de supervivencia física y emocional que impone una ciudad como Río de Janeiro. Y éstos, en palabras de Cabelo, pasan por el mito de Orfeo, “el que tiene el poder de caminar entre las tinieblas y las luces”. Para mí, este camino es poesía en sí mismo. Me convierte en mediador, un individuo que busca el tiempo en el que las palabras todavía eran novias unas de otras, que mezclan pasado y futuro, el inconsciente y todo lo que escapa al tiempo cronológico.