TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

A

B

C

D

E

F

G

H

I

J

K

L

M

N

O

P

Q

R

S

T

U

V

W

X

Y

Z

#

SIC

Miércoles de Ceniza de 1936.  Inmediaciones de la Iglesia de Santa María, Cartagena, Murcia. Miembros de las Milicias Populares acorralaron un año antes a la banda de música que anunciaba la celebración de la Semana Santa con los sones de Micaela, haciéndola callar bajo una interpretación coral de La Internacional. En la imagen, integrantes de la Milicias Populares ante su Cuartel General que ocupaba la Iglesia de San Diego en 1937. CEHIFORM.

 

Primavera de 1965. Interpretación de Mustapha Khayati con Françoise Tusques Trío. La interpretación de la Suite Consejista improvisada por Mustapha Khayati con los músicos del Tusques trío, un duelo entre el activista argelino y los jazzmen franceses, fue autoeditada en 1965. En la imagen de portada, Khayati sentado; fragmento de una fotografía del grupo situacionista parisino en que aparece junto a Alice Becker-Ho. IN SITU. 1987. CD.

______________________

El rostro inflamado de la multitud se había transformado en la sórdida bocina, verdadera boca del infierno que resuena en nuestra semana santa. Por el contrario, la alegre banda de música parecía trasmutar el pasodoble en un celestial coro de ángeles. ¡Hasta tal punto se había hecho grotesca la escena qué ni tan siquiera nos producía consternación o alarma! Asco, sólo éramos capaces de sentir asco.

 

Este primer 45 revoluciones de Mustapha Khayati y el Françoise Tusques Trio, el titulado SIC, o sea, Suite Improvisée Conseilliste, venía ilustrado por una viñeta. La imagen de un chaval que, emboscado, hacía sonar una trompeta, llamando con su onomatopéyico Tuut! Tú! al ataque, a la alarma o a la alerta. El dibujo estaba tomado de alguna tira cómica y tenía los rasgos que asumiría después el arte pop.

______________________

El tono de sobresalto de la vida cartagenera se elevó al acercarse las conmemoraciones de la Semana Santa. Las procesiones de Cartagena son famosas en toda España: la ciudad solemniza con ellas la Pasión del Salvador; los hermosos pasos desfilan entre una multitud que los contempla con veneración; el silencio es roto a veces por una voz que gime angustiada; el pueblo, apiñado, inunda las limpias calles, y por algunos días, evocando el misterio de la Redención, forasteros y cartageneros viven religiosa y gozosamente el advenimiento de la primavera. Por juro de tradición inveterada, todos loa años, el Miércoles de Ceniza, celebran cabildo en Cartagena las dos cofradías –la del Prendimiento y la de Nuestro Padre Jesús Nazareno-, que sacan procesiones en Semana Santa. La reunión se celebra por prescripción estatutaria; el cabildo tiene por objeto acordar la celebración o no celebración de las procesiones. En el primer caso, una banda de música recorre, en señal de júbilo, las calles de Cartagena, interpretando típicas marchas, que anuncian al pueblo alegremente las cercanas solemnidades. La situación daba que pensar en 1936. Vacilaciones, perplejidades; el tanto y cuanto de la prudencia; deseos de que si por un lado, zozobras ante las circunstancias por otro. Y, al fin, unas gestiones oficiosas que pesan sobre el ánimo de los cofrades y los inclinan a no interrumpir tampoco aquel año las piadosas costumbres. La banda da ya al aire las notas jocundas del pasacalle. Es un quitapesares para miles de cartageneros, abrumados de preocupación, esta muestra de que la vida sigue armoniosamente los caminos sempiternos, a pesar de tantos temores justificados como la ensombrecen… Pero la satisfacción es demasiado efímera, Apenas la banda ha comenzado su recorrido cuando ya grupos de caribes la rodean gritando “La Internacional” hasta ahogar estridentemente los viejos acordes. Se producen choques y hay heridos- la banda enmudeció, desamparada por la autoridad.

 

“Este movimiento contra el conjunto de la organización del viejo mundo, hace mucho tiempo que ha acabado” y ha fracasado. Su última manifestación histórica fue la derrota de la revolución proletaria en España (en Barcelona en mayo de 1937). Sin embargo, tanto sus “fracasos” oficiales como sus “victorias” también oficiales, deben ser juzgados a la luz de sus prolongaciones y sus verdaderos restablecimientos. De este modo, podemos afirmar que “hay derrotas que son victorias y victorias más vergonzosas que derrotas” (Karl Liebknecht en la víspera de su asesinato). La primera gran “derrota” del poder proletario, la Comuna de París, es en realidad su primera gran victoria, puesto que, por primera vez, el proletariado primitivo afirma su capacidad histórica para dirigir de un modo libre todos los aspectos de la vida social. Asimismo, su primera gran “victoria”, la revolución bolchevique, en definitiva no es más que la derrota de más graves consecuencias. El triunfo del orden bolchevique coincide con el movimiento de contra-revolución internacional que empieza con el aniquilamiento de los espartaquistas por la socialdemocracia alemana. Su triunfo común era más profundo que su aparente oposición y, en definitiva, este orden bolchevique no era más que un nuevo disfraz y un rostro particular del antiguo orden. Los resultados de la contra-revolución rusa fueron, en el interior, el establecimiento y desarrollo de un nuevo modo de explotación, el capitalismo burocrdtico de Estado y, en el exterior, la multiplicación de secciones de la Internacional llamada comunista, sucursales destinadas a defenderlo y difundir su modelo. El capitalismo, bajo sus diferentes variantes burocráticas y burguesas, florecía de nuevo sobre los cadáveres de los marinos de Kronstadt, los campesinos de Ucrania, los obreros de Berlín, Kiel, Turín, Shanghai, y, más tarde, Barcelona.

 

El más hondo rencor, la más virulenta fiebre de destrucción alentaba en todas las manifestaciones del Frente Popular. Si el odio pudiera calificarse con accidentes físicos, diríamos que el de las turbas cartageneras era de color negro, y si pudiera darse una imagen gráfica de su procedencia, había que pensar en que el espíritu tiene sucias letrinas que emanan pus. Bajo la influencia rusa, entre cantos satánicos en que renegaban de Dios y de su Patria y de sus padres, se inculcaba el odio a los niños; maestros y maestras lo conducían e inculcaban por las calles. A veces el espectáculo degeneraba en reyerta. Y desde que la amnistía vació los penales, atracos y robos se repetían en Cartagena con frecuencia nunca conocida.

 

En el espectáculo cultural, el estudiante encuentra de forma natural su lugar de discípulo respetuoso. Cercano a su lugar de producción sin nunca tener acceso a él -el Santuario le está prohibido- el estudiante descubre la “cultura moderna” como espectador-admirador. En una época en que el arte está muerto, el estudiante continúa asistiendo con fiel asiduidad a los teatros y cine-clubs, y sigue siendo el más ávido consumidor de su cadáver congelado y distribuido bajo celofán en los supermercados, por los guardianes de la abundancia. Desde que los “dioses” que producen u organizan su espectáculo cultural se encarnan en escena, él es su principal público, su fiel soñador. De este modo, asiste en masa a sus demostraciones más obscenas; qué otro que no sea él llenaría las salas cuando, por ejemplo, los curas de las diferentes iglesias exponen públicamente sus diálogos sin límites (semanas del pensamiento llamado marxista, reuniones de intelectuales católicos) o cuando las ruinas de la literatura vienen a constatar su impotencia.

______________________

No se celebrarían las procesiones. Cautelosamente, el Frente Popular ofrecía garantías para que no se suspendieran. Más eran sobradamente sospechosas. Pocos días después del suceso de “La Internacional”, el partido comunista hacia público el anuncio de celebrar el jueves santo una manifestación. Y la manifestación se celebró, para escarnecer los sagrados misterios que el cristianismo conmemora. Hubo colisiones y desórdenes y el malestar creció considerablemente. La manifestación comunista cumplió su misión, y algunos de los que gallardamente se opusieron a ella no tardarían demasiado en ser víctimas de peores desmanes.

 

La dominación consciente de la historia por los hombres que la hacen, he aquí todo el proyecto revolucionario. La historia moderna, como toda la historia pasada, es el producto de la praxis social, el resultado -inconsciente- de todas las actividades humanas. En la época de su dominación totalitaria el capitalismo ha producido su nueva religión: el espectáculo. El espectáculo es la realización terrestre de la ideología. El mundo nunca ha andado tan bien sobre la cabeza. “Y, al igual que la ‘crítica de la religión’, la crítica del espectáculo es hoy la primera condición de toda crítica”

______________________

La manifestación, sin incidentes graves, fue el primer paso. Se había iniciado una carrera de desmanes, sin más obstáculos que las naturales resistencias en los sectores no envenenados y honestos. Los partidos marxistas y los republicanos rivalizaban en celo revolucionario. Se atropellaba por todo para acelerar en anhelado triunfo de la revolución. Había prisa, impaciencia viva; se querían abrir rápidamente las esclusas para provocar una inundación incontenible, en la que sólo los intereses “del pueblo flotarían, como el arca en las aguas del diluvio”. Para ello era imprescindible poner los mandos en manos no sospechosas. El general don José López Pinto, gobernador militar de la plaza, no era precisamente un amigo de Rusia; la repugnancia con que vio el triunfo del Frente Popular, su dignidad castrense, su sentido de la disciplina, no constituían ciertamente cualidades apreciables. López Pinto fue sustituido por don Toribio Martínez Cabrera. Masón, mente confusa, condescendiente, nada celoso del respeto debido a lo que encarnaba y representaba. Martínez Cabrera era un instrumento muy apto para servir los intereses del consorcio político imperante. Se dijo que era amigo íntimo de Indalecio Prieto. Lo cierto es que, andando el tiempo, su actuación durante la guerra no haría sino confirmar esta creencia. Y de momento el general se mostró muy asequible, como se esperaba, a la lisonja de significados dirigentes del Frente Popular, que le colmaban de halagos y se hacían lenguas de su espíritu comprensivo: “¡Sí hubiera muchos así…!”, -decían.

 

No pueden conservar ilusiones más que en los famosos paises subdesarrollados [Sobre su papel en Argelia, ver: Les luttes de classes en Algérie, Internationale Situationniste [1], nº 10] donde ellos mismos ratifican el subdesarrollo teórico. Desde Partisans (órgano de los stalino-trotskistas reconciliados) a todas las tendencias y semi-tendencias que se disputan “Trotsky [2]” en el interior y el exterior de la IVª Internacional, reina una misma ideología revolucionarista, y una misma incapacidad práctica y teórica para comprender los problemas del mundo moderno. Cuarenta años de historia contra-revolucionaria los separan de la Revolución. No tienen razón porque no están en 1920 y, en 1920 ya no tenían razón. La disolución del grupo “ultra-izquierdista” Socialisme ou Barbarie, tras su división en dos fracciones, “modernista cardanista” y “viejo marxista” (de Pouvoir Ouvrier), demuestra, si es que hacía falta, que no puede haber revolución fuera de lo moderno, ni pensamiento moderno fuera de la crítica revolucionaria que debe reinventarse. Es significativo en este sentido que toda separación entre esos dos aspectos, cae inevitablemente en el museo de la Prehistoria revolucionaria concluida, o bien en la modernidad del poder, es decir en la contra-revolución dominante: Voix ouvriere o Arguments.