TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

A

B

C

D

E

F

G

H

I

J

K

L

M

N

O

P

Q

R

S

T

U

V

W

X

Y

Z

#

Teatro de Guerrilla

1940. Viacrucis del Señor en las tierras de España. IV Estación. Jesús encuentra a su Santísima Madre. Madrid. Director José Luis Sáenz de Heredia. Argumento y guión Manuel Augusto García Viñolas. Editora Nacional, 1939. Departamento Nacional de Cinematografía.

 

1967. Public Events for the Radical Theatre. IV Evento. Main Recuiting Center, Times Square, Nueva York. Director Richard Schechner. TDR, n.º 38. Entrevista con Meter Schumann. Guión Kill Viet Cong de Herbert Head. 1966. Publicado por The Drama Review, n.º 32.

______________________

La primera escena, un prolegómeno al film donde se daba una ambientación histórica a la vez que se introducía el tono poético, fue un rotundo fracaso. Una especie de coro, las Furias del Comunismo, de andrajosos y malencarados, que pretendían ser representación de lo más depravado de las hordas marxistas, cantaban al borde del grito: «Mira, oh, Señor, mi aflicción porque el enemigo se ha engrandecido. Extendió su mano a todas sus cosas preciosas. ¡Cómo se ha oscurecido el oro! ¡Cómo el buen oro se ha demudado! Las piedras del Santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles…». El padre Otaño quiso dar un ambiente musical a la manera dodecafónica, Manuel Augusto parecía convencido, pero el director, Sáenz de Heredia, lo estimó ridículo.

 

Ayer un grupo de hippies dejó caer un puñado de billetes en las salas del New York Stock Exchange. La insólita lluvia de dinero, que fue a posarse en el suelo del local, interrumpió el ritmo febril del trabajo. Agentes de cambio, empleados y dependientes se pusieron improvisadamente a mirar hacia arriba, a la galería en que se admite al público. Tropeles de empleados se precipitaron a recoger los billetes. James Fourrat, que conjuntamente con Abbie Hoffman había dirigido la manifestación, explicó con voz extremadamente tranquila: «Es la muerte del dinero». Para prevenir otra iniciativa parecida los funcionarios de la Bolsa han hecho cerrar la galería con cristales a prueba de bala.

______________________

¿No ardieron ya la campana y la piedra? El mármol de las tumbas, ¿no ardió? Mas el hombre quiere que también arda el Misterio. ¡Oh, Señor y Dios mío! El que te oyó decir: «Hijo, he aquí a tu madre», viene a rendir lo eterno. Y la lámpara que fue vigilia en tu altar prende fuego a tu manto. ¡Oh, que festín de sombras, Dios mío, en esta noche que se acerca! Cuando al amanecer vengan de nuevo las mujeres, ellas señalarán las frentes de sus hijos con las cenizas que dejaron.

 

¡Tum, tum, tum! Eh, tío, ¡alístate! La patria y la bandera. Besa la bandera. ¡América te necesita! ¡Somos americanos! ¡Muerte al Kong! Es un llamamiento a los buenos americanos. ¡Matemos también a las mujeres y a los niños! Masacre. Ritmo de masacre. ¡Tum, tum, tum! ¡Oh, Señor, protege a América! ¡Los niños y las mujeres primero! ¡Tum, tum, tum! ¡Muerte al Kong! ¡América para los americanos! ¡Picadillo, que queden hechos picadillo! ¡Tum, tum, tum! ¡Las mujeres y los niños! ¡Primero!

______________________

Tras un encabezamiento: «Para constancia del dolor que hicieron las furias del comunismo al Señor en su Santa Iglesia Española» y la imagen de una edición del Libro de las Lamentaciones, se abre el documental que va relacionando el vía crucis litúrgico de Semana Santa con imágenes, en la mayor parte de los casos ficcionadas, de desmanes antirreligiosos cometidos por los marxistas. Destaca un plano de Dolores Ibárruri, en la primera estación, «Jesús es condenado a muerte», junto con ficciones de profanaciones de objetos de culto y fusilamientos. En cada una de las estaciones un comentario señala el sentido místico de la relación entre el punto litúrgico del vía crucis y los sufrimientos de la Iglesia española. En la cuarta estación, se representa el misterio del encuentro de Jesús y su madre camino del Calvario. Las palabras de Manuel Augusto son representadas por un grupo de actores literalmente. En el estudio se pone en marcha toda la actuación con algunos elementos de atrezzo –por ejemplo, las imágenes de Cristo y la Virgen son las mismas que se destruyen en otras escenas y proceden de los talleres de imaginería religiosa de Olot– y dispositivos de iluminación truculentos. Sáenz de Heredia, que había trabajado de ayudante de dirección con Luis Buñuel, se recrea con una fotografía expresionista y unos efectos espasmódicos. En el estudio se gritaba y proferían blasfemias para sorpresa de la comisión censora, pues los actores eran afines ideológicamente, falangistas algunos de ellos. La escasez de material y la urgencia propagandística hicieron que se realizara solamente una toma de cada plano. La película fue retirada de circulación en 1945 por petición de las propias autoridades.

 

He ayudado a elaborar y a dirigir una serie de events (titulados Guerrilla Warfare) que fueron representados en veintitrés puntos diferentes de Nueva York City en octubre de 1967. El guión y tres reseñas en Guerrilla Warfare están publicados en periódicos especializados. Quisiera considerar aquí dos de aquellas veintitrés representaciones. Una es la que tuvo lugar a las seis de la tarde en el Main Recruiting Center en Times Square, y la otra es la que fue ejecutada a las seis de la tarde en el Port Authority Terminal. El Recruiting Center es un lugar predilecto de las manifestaciones y la policía está acostumbrada a todo tipo de provocación. Sin embargo, nuestro espectáculo contra la guerra atrajo una multitud numerosa y hostil que se apretujó en torno a los actores (si no amenazadoramente, al menos agresivamente) gritando o berreando el propio descontento. Dado que nuestro trabajo era intencionadamente ambiguo (un ciudadano ultrapatriótico habría podido pensar que estábamos a favor de la guerra), algunos teenagers nos tomaron por nazis americanos y comenzaron a discutir sus personales convicciones sobre la guerra. La representación acabó rápidamente, parte del diálogo se confundió con los ruidos de la calle, los actores perdieron mordiente y capacidad de comunicación. Nos dimos cuenta de que el limitadísimo espacio de la acera triangular, rodeado por todas partes de tráfico automovilista y ulteriormente reducido por la multitud que se apretujaba contra nosotros, había hecho la representación breve y abstracta.